2009/04/13

Asesinato

Tus ojos de fieltro negro, están distantes

mientras danzas en la sacristía de los honores,

y te alojas,

lentamente… en mi pecho.

Tu semblante diestro se haya confuso,

y en la profusa rima se queman los ojos,

como el rayo que divide el cielo,

en ayeres, madrugadas y presentes.

Es la tormenta,

que discreta ríe en tiempo largo,

y su sonrisa,

cual danzarina frágil se oscurece,

nos obliga a unir los lazos del demente.

Allí está su mancha de sangre,

en las paredes,

en los atardeceres,

en la desidia

que te remontó como una brisa pasajera por los aires,

y te alejo solemnemente de mi lado para siempre.

Y hoy,

solo espero,

aquí, en la jaula del demente.

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